jueves, 14 de noviembre de 2013

Pensamiento 3.

"Me hallaba vagando en un bosque sin rumbo. Intentaba huir de algo que me atormentaba a cada 
paso que daba. Tal vez una presencia, tal vez una alucinación producida por mi mente asustada y 
embotada debido a los ruidos del bosque o a aquel terror antinatural que me oprimía el corazón con las negras garras del más puro y primordial miedo. Iba huyendo de mi propio pasado y de todo 
lo que alguna vez fui, a algún sitio donde no hubiese más verdad para silenciar.
Oí  un aullido y aceleré el paso de mis pies. ¿Qué demonios estaba pasando? Me tropecé con una piedra y caí al suelo embarrado por el rocío de la noche. Ante mí veía un ser aparentemente humano cuyo rostro no logré reconocer. Estaba todo oscuro, sólo la luz de la luna alumbraba un poco el sombrío bosque. Intenté escapar a gatas, no me di tiempo para levantarme.
-Tranquila, soy yo, no tengas miedo.
Todo se desvaneció, todo se acabó. Abrí mis ojos y encontré a mi gato entre la estantería tirando cosas. ¡Maldito gato! ¿Quién sería ese ente que apareció en mi sueño? Me levanté de la cama, necesitaba dar una vuelta.
A altas horas de la madrugada llovía. Igualmente salí. Cogí únicamente mi sudadera: quería dejar que la lluvia rozara mi piel, que el frío helara el aire que exhalaba. La abuela decía que Dios estaba en la lluvia. Intentaría encontrarlo. Tal vez fuera eso lo que necesitaba.
La calle se encontraba vacía, oscura y húmeda. Era de las pocas almas en pena que deambulaban por estas horas de la noche. Una melodía que escuchaba me atraía y me hacía olvidar lo que tenía en mente y aligerar mi paso. Me trajo al recuerdo épocas mejores; épocas felices; épocas agradables; tardes tirada en el césped de un parque con mis amigos; noches de conciertos inolvidables… Era la canción. Nuestra canción. No sé qué fue de ellos.  
Mi oído me guió para llegar al lugar de donde provenía la melodía y me llevó a un bar, que, por la hora que era, estaba plácido, no había mucha gente, pero la música hacía bastante compañía. Pedí una cerveza y dejé que en su gas y espuma se ahogaran mis pensamientos y algún que otro recuerdo,  me rodeé en mi particular nube de humo de un cigarrillo mientras cientos de preguntas perforaban mi cerebro.


Lo único que me salía era un "¿por qué?".Demasiadas cosas transcurrían por mi mente que no podía ordenar. Una calada, una pregunta. Un sorbo, una pregunta. Sin respuesta alguna me presenciaba. 


He aprendido que sólo necesitas una desilusión para jurarte un "nunca más", aunque eres consciente de que volverás a tropezar con la misma piedra.

Otra cerveza. Otro cigarrillo. Otro hundimiento de pensamientos. Otra canción.

El camarero comenzaba a mirarme de una forma pícara. Me subí la cremallera de la sudadera hasta arriba y me puse la capucha, al tiempo que le lanzaba una mirada de asco. 
Encendí el mechero y contemplé su llama. Dicen que se enciende una llama en ti al enamorarte. Y esto me lleva a pensar que llega un momento en el que ardes. Ardes de amor. Suena bonito, pero no lo es. Yo he llegado a arder y en ese momento me encontraba creyendo que una cerveza iba a hacerme olvidar. El fuego quema. El fuego destruye. El fuego arrasa con todo lo que se pone a su paso. Y sólo quedan cenizas. ¡Dichoso aquel que le ocurra como al ave fénix, que resucita de sus cenizas! En mi caso, de lo que una vez fue amor, sólo quedaban cenizas. Una colilla infumable. Nada volverá a ser como antes.



Me centré en la música. 
How I wish, how I wish you were here.
No. No lo deseaba. Sigo sin desearlo. Sólo deseaba otra cerveza más, que aquella se me había acabado.
El camarero seguía empeñado conmigo. Empezó a hablarme pero yo sólo me dedicaba a asentir y sonreír como si le estuviera escuchando. Me invitó a un whisky. Nos acabamos una botella entre los dos. Aunque yo seguía sin prestarle atención.
¿Qué hacía? ¡Qué hipócrita parecí!
El bar iba a cerrar, así que decidí volver a casa. Había un largo paseo y la lluvia empezó a apretar. Apenas veía y tenía ganas de vomitar. No me mantenía en pie.
Crucé la avenida sin fijarme en nada, sólo mirando hacia adelante, mientras una luz me cegaba y escuchaba el chirriar de neumáticos sobre el asfalto, y me quedé paralizada en el sitio. Oí a gente gritar y un “Dios mío”. En mi inconsciencia escuché:
¿Me estabas buscando? "
 Aún te sigo buscando. No sé como encontrarte, lo intenté todo. Mi constante pregunta es, ¿me has olvidado? Al menos eso parece. ¿Por qué me dejaste caer? ¿Dónde estuviste cuando pasó todo esto? ¿Dónde estaba tu mano para levantarme? ¿Dónde estabas para secarme las lágrimas? ¿Por qué sigues dejando que me caiga? ¿Cuáles son tus planes? 
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

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