"Me hallaba vagando en un bosque sin rumbo. Intentaba huir de
algo que me atormentaba a cada
paso que daba. Tal vez una presencia, tal vez
una alucinación producida por mi mente asustada y
embotada debido a los ruidos
del bosque o a aquel terror antinatural que me oprimía el corazón con las negras
garras del más puro y primordial miedo. Iba huyendo de mi propio pasado y de
todo
lo que alguna vez fui, a algún sitio donde no hubiese más verdad para
silenciar.
Oí un aullido y aceleré
el paso de mis pies. ¿Qué demonios estaba pasando? Me tropecé con una piedra y
caí al suelo embarrado por el rocío de la noche. Ante mí veía un ser aparentemente humano cuyo rostro no logré reconocer. Estaba
todo oscuro, sólo la luz de la luna alumbraba un poco el sombrío bosque. Intenté
escapar a gatas, no me di tiempo para levantarme.
-Tranquila, soy
yo, no tengas miedo.
Todo se desvaneció, todo se acabó. Abrí mis ojos y encontré a mi gato
entre la estantería tirando cosas. ¡Maldito gato! ¿Quién sería ese ente que
apareció en mi sueño? Me levanté de la cama, necesitaba dar una vuelta.
A altas horas de la madrugada llovía. Igualmente
salí. Cogí únicamente mi sudadera: quería dejar que la lluvia rozara mi piel, que
el frío helara el aire que exhalaba. La abuela decía que Dios estaba en la
lluvia. Intentaría encontrarlo. Tal vez fuera eso lo que necesitaba.
La calle se encontraba vacía, oscura y húmeda. Era
de las pocas almas en pena que deambulaban por estas horas de la noche. Una melodía
que escuchaba me atraía y me hacía olvidar lo que tenía en mente y aligerar mi
paso. Me trajo al recuerdo épocas
mejores; épocas felices; épocas agradables;
tardes tirada en el césped de un parque con mis amigos; noches de conciertos
inolvidables… Era la canción. Nuestra canción. No sé qué fue de ellos.
Mi oído me guió para llegar al lugar de donde
provenía la melodía y me llevó a un bar, que, por la hora que era, estaba plácido,
no había mucha gente, pero la música hacía bastante compañía. Pedí una cerveza y dejé que en su gas y espuma se ahogaran mis pensamientos y
algún que otro recuerdo, me rodeé en mi particular nube de humo de un
cigarrillo mientras cientos de preguntas perforaban mi cerebro.
Lo único que me salía era un "¿por qué?".Demasiadas cosas
transcurrían por mi mente que no podía ordenar. Una calada, una pregunta. Un sorbo, una pregunta. Sin respuesta alguna me
presenciaba.
He aprendido que sólo necesitas una desilusión para jurarte un "nunca
más", aunque eres consciente de que volverás a tropezar con la misma
piedra.
Otra cerveza. Otro cigarrillo. Otro hundimiento de pensamientos. Otra
canción.
El camarero comenzaba a mirarme de una forma pícara. Me subí la cremallera de
la sudadera hasta arriba y me puse la capucha, al tiempo que le lanzaba una
mirada de asco.
Encendí el mechero y contemplé su llama. Dicen que se enciende una llama en ti
al enamorarte. Y esto me lleva a pensar que llega un momento en el que ardes.
Ardes de amor. Suena bonito, pero no lo es. Yo he llegado a arder y en ese
momento me encontraba creyendo que una cerveza iba a hacerme olvidar. El fuego
quema. El fuego destruye. El fuego arrasa con todo lo que se pone a su paso. Y
sólo quedan cenizas. ¡Dichoso aquel que le ocurra como al ave fénix, que resucita de sus cenizas! En mi caso, de lo que una vez fue amor, sólo quedaban
cenizas. Una colilla infumable. Nada volverá a ser como antes.
Me centré en la música.
How I wish, how I wish you were here.
No. No lo deseaba. Sigo sin desearlo. Sólo deseaba otra cerveza más, que
aquella se me había acabado.
El camarero seguía empeñado conmigo. Empezó a hablarme pero yo sólo me
dedicaba a asentir y sonreír como si le estuviera escuchando. Me invitó a un
whisky. Nos acabamos una botella entre los dos. Aunque yo seguía sin prestarle
atención.
¿Qué hacía? ¡Qué hipócrita parecí!
El bar iba a cerrar, así que decidí volver a casa. Había un largo
paseo y la lluvia empezó a apretar. Apenas veía y tenía ganas de vomitar. No me
mantenía en pie.
Crucé la avenida sin fijarme en nada, sólo mirando hacia adelante, mientras
una luz me cegaba y escuchaba el chirriar de neumáticos sobre el asfalto, y me
quedé paralizada en el sitio. Oí a gente gritar y un “Dios mío”. En mi
inconsciencia escuché:
¿Me estabas buscando? "
Aún te sigo buscando. No sé como encontrarte, lo intenté todo. Mi constante pregunta es, ¿me has olvidado? Al menos eso parece. ¿Por qué me dejaste caer? ¿Dónde estuviste cuando pasó todo esto? ¿Dónde estaba tu mano para levantarme? ¿Dónde estabas para secarme las lágrimas? ¿Por qué sigues dejando que me caiga? ¿Cuáles son tus planes?
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?